Había hablado con mi padre sobre estudiar en el extranjero, hacer un intercambio con otros estudiantes, en fin, las posibilidades eran muchas y variadas y todas se desplegabanante mí como un abanico. Solo tenía que decidirme, escoger una, pero ahí radicaba el problema, era consciente de que esta no era una decisión más. No era como escoger que ropa te vasa poner, o que película ver en el cine. Mi vida tal como ahorala conocía cambiaría por completo a raíz de esa decisión, y era eso lo que me llevaba a posponerla para cuando ya no tuviera opción.
Sacudí la cabeza, obligándome a no divagar más en mis pensamientos. Rosie me estaba esperando. Más me valía por mi propio bien no hacerla esperar más, estaría como una loca contando los segundos hasta que yo apareciera por su casa. Cogí un bote de mascarilla instantánea y un pañuelo hippie,que mi padre me había regalado hacia un par de años. Fui a la entrada de casa. Metí todo en mi bolsa, y me la eché al hombro, dispuesta a salir al rescate de Rosie.
—Te he puesto el almuerzo en la mochila — mi madre memiraba desde la puerta de la cocina mientras se secaba las manos con un paño —, ¿no es poco pronto aun-dijo señalando el relog de su muñeca
—BRosie ha tenido complicaciones de última hora — contesté sonriente.
—No pensaras irte sin despedirte ¿verdad?
—Claro que no mama — repuse caminando hacia ella con los brazos extendidos. Le di un fuerte abrazo, y un sonoro beso en la mejilla — aunque quisiera sería imposible, me perseguirías por todo el barrio si hiciera eso. Nicole hizo una mueca de disgusto. La tenia callada, a veces pensaba que yo la conocía mejor que ella misma.
—¿Qué le ha pasado a tu amiga esta vez?
—Se ha chamuscado el flequillo y si no voy es posible que estalle la tercera guerra mundial.
—¿Cuándo madurara esa chica? — puso los ojos en blanco. Un gesto muy propio de mi madre, que yo había heredado.
—En fin, espero que tengas un buen día. —Yo también lo espero — añadí soltándome de su abrazo y saliendo por la puerta a la calle.
—¡No rompas muchos corazones!— la oí gritar
—Estás loca mama — solté, despidiéndome con la mano.
La casa de Rosie estaba un par de calles más abajo. Apenas si había trascurrido diez minutos desde que había colgado el teléfono.
—¡Por fin! ¿Dónde te habías metido? Rosie no paraba de hacer aspavientos con las manos, caminando nerviosa de un lado a otro de la habitación, como una fiera enjaulada.
—Creo que me va a dar un infarto o algo así.
Entré a paso lento y me senté en el borde de la cama. Soltando ruidosamente la mochila en el suelo.
—No exageres, anda ven aquí — contesté golpeando la cama. Mi amiga se sentó, y empecé a rebuscar en mi mochila.
—Mira he traído algunas cosas que te pueden ir bien, y de paso, a ver si así conseguimos librar al mundo de tu mala leche.
—Hoy estas que te sales ¿eh? ¿Has pensado dedicarte a payasa profesional? Como se nota que no eres tú la que parece un espantapájaros — dijo apartándose la toalla que le cubría el pelo —. ¿Ves? Es horrible, he vuelto a mojarlo pero no mejora — suspiró pesadamente — ¡quiero morirme!
Me costó no volver a reírme, la verdad es que el flequillo de Rosie no tenía remedio, ni con dos botes de mascarilla, pero tampoco era el fin del mundo.
— Tú deberías ser actriz, es una pena desperdiciar tantotalento.
— ¡Basta! Deja ya de reírte de mí y haz algo de provecho —1soltó agarrando el pelo en un puño.
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